viernes, 13 de mayo de 2011

Años luz

Acostumbrada a desaparecer de cualquier lugar en el momento menos pensado y a dejar atrás personas a las que sabía con seguridad que no volvería a ver porque siempre había utilizado el tiempo como recurso para distanciarse, rompió sus reglas para poner en marcha un juego. Un gran recorrido y un grupo de personas deberían confluir en un lugar del espacio. No era una tarea fácil, de entrada hizo un estudio de la predisposición de los jugadores: sabía que alguno después de tanto tiempo buscaría una excusa para no acudir al punto de reunión, con lo cual usó lo que muchos encuentran despreciable, el poder del encanto natural. Ninguno de ellos, tras haber aceptado participar, podría abandonar la partida.
Después de conseguir los jugadores, necesitó un mapa para encontrarlos y un poco de persuasión para llevarlos al tablero. Nunca se supo quienes llegaron al final, pero los que creyeron terminar la partida notaron que la que los había reunido no estaba allí, los esperaba muy lejos, en el siguiente nivel del juego.

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